En el momento en que un gato llega a la edad de 10 años, es oficialmente un gato viejo. La buena noticia es que muchos gatos hoy día viven entre los 15 y los 20 años. Con el cuidado adecuado, un gatito en buen estado de salud a los 10 años puede vivir fácilmente otros 8, 10, o incluso 12 años.
Su movilidad disminuye (dependiendo de lo energético que era en su juventud). Empezarás a notar que tu gato no está saltando sobre las superficies altas como lo hacía antes, o no está subiendo al punto más alto desde donde observaba todo. Los gatos mayores pueden estresarse cuando se les presenta algo nuevo o diferente en su entorno.
Muchos gatos también se vuelven más vocales a medida que envejecen, y más miedosos a ruidos extraños o fuertes y a la gente que no conocen.
Los gatos mayores también pueden sufrir de muchos de los mismos desafíos de salud que enfrentan los seres humanos de edad avanzada, como la artritis, la diabetes, problemas de tiroides, y la enfermedad renal, por lo que es muy importante llevar a su gato a visitas con el veterinario dos veces al año. Entre más temprano se identifique y se solucione un cambio en la salud de su gato, más fácil será resolver o controlar el problema.
En las visitas al veterinario, asegúrese de mencionar todos y cada uno de los cambios del comportamiento que ha notado en su gato, no importa que tan insignificante, ya que estos cambios pueden proporcionar pistas importantes sobre los problemas de salud subyacentes. También es importante que usted y su veterinario monitoreen el peso de su gato, para asegurar que no esté aumentando o disminuyendo con el tiempo.
Si tienes la suerte de compartir tu vida con un gato de 16 años o más, en primer lugar, ¡Felicidades! Como punto de referencia, puedes comparar razonablemente a tu gato de 16 años con una persona de 80 años de edad. Se mueve y piensa más lentamente y puede tener una variedad de desafíos de salud relacionados con la edad. Incluso si todavía está en buen estado de salud, lo más probable es que esté durmiendo y vocalizando más, e interactuando menos con los miembros de la familia. Probablemente ya no se vea tan curioso como cuando era joven, e incluso el gato geriátrico más bien educado podría en ocasiones olvidarse de usar su caja de arena.
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